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Política para la vida

¿Qué hacen los ex-presidentes?

¿Qué hacen los ex-presidentes?

Recuerdo haber leído una nota de prensa en la que se daba cuenta que el ex-presidente boliviano Jorge Tuto Quiroga, a la finalización de su mandato, fue contratado por el F.M.I. Deduje entonces que se trataba de una gratificación al ex-mandatario por haberse mostrado tan solícito con las misiones que anualmente enviaba este organismo financiero internacional a Bolivia para asegurar la aplicación de sus recetas.

En otra latitud, y ahora que Barak Obama ha relevado a su antecesor (me niego a escribir su nombre), no dudo que este ex-presidente ya tendrá importantes peticiones de también importantes empresas que estarán deseosas de contar con la información privilegiada que éste posee. Así fue antes y así seguirá siendo, pues dado que el límite entre lo público y lo privado es impreciso, los hombres públicos terminan percibiendo pingues ingresos privados por su eventual paso por el gobierno. Sólo pensemos que en razón de planificación económica, a futuro habrá millonarias y seguras compras para las que la información anticipada resulta ser un privilegio determinante. Este también es un tema de competencia.

Política, conservadurismo y nueva Constitución Política

Política, conservadurismo y nueva Constitución Política

El poeta mexicano Octavio Paz decía que: “Las masas humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado en veneno del miedo… miedo al cambio”.

A los bolivianos no nos queda duda de la veracidad de esta afirmación, pues la realidad política nacional reciente, es elocuente en ejemplos de trabas a los cambios propuestos, así como de compatriotas muertos que suman y siguen a nuestra esquelética democracia –la llamamos así por ser tan famélicamente formal-; lo mismo que de apaleados, ofendidos y humillados por el fragor del encono partidario.

 

Entre nosotros, son muchas las imágenes de intolerancia, enfrentamiento  y violencia recientes que laceran nuestra conciencia y para las cuales el simplismo cínico de la política tradicional, desplazada del protagonismo oficial, arguye que son consecuencia de la nueva Constitución Política del Estado. Se esquiva así la responsabilidad por las campañas de mentira, miedo y odio que explotan la ignorancia y buena fe de la gente sencilla; más aún cuando se apuntan los arteros dardos hacia cuestiones tan sensibles como la religión, la propiedad privada, la familia, la educación, etc. No nos engañan, estos personajes sólo trabajan un propósito: volver a saborear de las mieles del poder lo más pronto posible. Pero si hasta los mismos opositores se tragan la muletilla de que la nueva Constitución Política del Estado operará mágicamente cambios transcendentales en nuestra realidad. Como si la realidad fuera consecuencia del solo esfuerzo de redacción de textos legales y no a la inversa: que primero ocurre el fenómeno social o económico y que solo a posteriori se lo regula jurídicamente.

 

Nos asombra aún más el marbete que se ponen los opositores de “defensores de la legalidad”. A rajatabla se dedican a blandir leyes, decretos y reglamentos como si fueran garrotes; olvidando que la ley se ha hecho para los hombres y no al revés. Los que antes ocupaban la mitad de su tiempo aprobando leyes y la otra mitad ayudando a sus amigos a incumplirlas, ahora nos salieron inmaculados legalistas: ¡otro rasgo de su cinismo!.

 

Malintencionadamente y como otro recurso para la inercia, muchos de los conflictos y atrocidades se sostienen en la ilusión de una identidad única que no permite elección y  eso lo están haciendo muy bien quienes claman por que “se nos ha dividido”. El arte de crear odio se manifiesta invocando ese poder mágico de una identidad supuestamente predominante que sofoca toda otra filiación, así, son ellos los que enfrentan cambas y collas, citadinos y campesinos, t`aras y k`aras, etc. El resultado puede ser una rudimentaria violencia a nivel local o una violencia nacional que amenace las bases de sostén de la unidad del Estado boliviano.

 

No hace falta ser muy listo para descubrir las verdaderas intenciones de los supuestos “defensores de la ley y la democracia”, de aquellos partidarios de la inclusión de las minorías y de una “constitución para todos los bolivianos”.  Nos hablan de totalitarismo cuando son ellos los que desprecian la participación democrática y en su actitud hipócrita persisten en el manido artilugio de “la dictadura” cuando siguen percibiendo ingresos de fuente pública. Pero es que habrá un dictador que amamante a sus detractores?.  Quienes estuvimos en las trincheras contra los gobiernos de facto, sí supimos como eran la dictaduras y no nos quedó otro camino que el enfrentarlas desde la clandestinidad y soportando la pérdida de nuestras fuentes de empleo. En julio de 1980 hasta hubo fracciones partidarias que prohibieron el recurso del exilio, pues se señalaba categóricamente que había que dar batalla a  la dictadura aquí en Bolivia. Causa pues risa que jerarcas de los municipios, la universidad, el poder judicial y algunas prefecturas nos hablen de dictadura y sigan cobrando sus jugosas remuneraciones; amén de sus viáticos, pasajes, gastos de representación y otros privilegios.

 

Ni por un solo instante se debe pensar que superada la conienda electoral la consipación derechista acabó aceptando el nuevo texto constitucional. La conspiración no se detiene, ahora ya se escuchan los falsos mensajes para la nueva época: que con la nueva Constitución Política se tomarán tierras y viiendas, que se viene una gran represión  y más; van dándose de tumbo en tumbo contra la realidad y no aprenden  que,  como opción política, ya fueron desplazados por la historia..

 

Ahora bien, una cosa es segura: Es un imperativo histórico cambiar la estructura del Estado Boliviano. No hay lugar a volver hacia atrás. Nadie puede invocar al pasado como una opción mejor, por ello no se debe dialogar y menos pactar con los representantes de la política desplazada, con los conservaduristas, pues hacerlo sería entregar Bolivia a su voracidad sin límite y condenar al atraso, la miseria y la muerta a las mayorías nacionales.  Hay intereses que son irreconciliables y es mejor dejar esto muy claro, aún cuando tal vez sea mejor dejar que ellos se salgan …. con LA NUESTRA!